Cultura infantil y juvenil; las redes del consumo.

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La reseña que realicé del libro Kinderculture:The corporate construction of childhood de Shirley Steinberg (Westwiew Press, 2010) para la revista Invisibilidades (Nº2, 2012), me resultó muy clarificadora para entender la producción de cultura infantil por parte de las grandes multinacionales por medio de sus productos y referentes culturales. A partir de entonces algunos anuncios de la televisión han cobrado nuevos significados para mí.

El primer concepto a tener en cuenta es el del nacimiento de una nueva infancia.Los cambios económicos y sociales de los últimas décadas y su impacto en la estructura familiar han descentrado a los progenitores como los principales proveedores de asistencia y educación y han contribuido a la transformación del rol social de la infancia occidental del siglo XXI. Cada vez son más las horas que los chicos y chicas de los países industrializados pasan solos en casa debido a las jornadas laborales de ambos progenitores. Algunos de ellos son, a  menudo, los encargados de realizar ciertas tareas domésticas como preparar la cena, lavar los platos incluso hacer la compra.

La infancia contemporánea asume un nuevo rol social y, en algunos aspectos, mayores responsabilidades y una prematura madurez. Las coporaciones parecen haberse dado cuenta de esta nueva infancia y de su potencial consumidor.

Consumir es mas cool que jugar.

Así, asistimos a la difuminación de la edad como frontera con el mundo adulto en terrenos como la publicidad y la moda.

Por otra parte, el desarrollo de la tecnología de la información y de los medios de comunicación de masas ha hecho que los niños y niñas del siglo XXI tengan acceso directo al conocimiento adulto sobre el mundo, al que antes se iban introduciendo de forma paulatina y progresiva. La revolución en la comunicación ha abierto para los chicos y chicas las puertas del mundo adulto y con ello, la mística de los adultos como guardianes de los secretos empieza a desintegrarse y su autoridad es socavada.

Así, a medida que la experiencia generacional de los chicos y chicas se va conformando por su cuenta y a medida que alcanzan un conocimiento sin restricciones sobre cosas que una vez se mantuvieron en secreto, los chicos y chicas han desarrollado la autoconciencia de poseer una cultura propia.

Que no te (lo) cambien

Esta autoconciencia lleva a la nueva infancia y juventud a la ruptura de sus relaciones con los adultos y con la pedagogía tradicional, que continúan tratándolos como pequeños adultos que deben ser educados, «domesticados» y cuyas experiencias y conocimientos deben controlarse y regularse.

Se agranda así la distancia generacional entre la nueva infancia  y el mundo adulto, distancia que es aprovechada por las grandes corporaciones para autorepresentarse ante los niños, niñas y jóvenes como los únicos espacios disponibles de distinción y diferencia.

«en el salón no se juega, eso no se hace, eso no se toca»

Los niños y  jóvenes buscan por su cuenta espacios sociales donde desarrollar sus habilidades y estrategias y donde construir sus identidades, encontrándolos, a menudo, en los productos y medios de las grandes corporaciones, que han entendido prematuramente las características de la nueva infancia y su necesidad de espacios propios.

Redes sociales, cultura visual y consumo.

El cambio en la infancia y el desconcierto adulto son aprovechados por las corporaciones, quienes, tras décadas de estudios de mercado e investigaciones de marketing, han entendido que parte del encanto de sus productos consiste en proveer a los chicos y chicas de una cultura subversiva, ‘Kinderculture’, y en el rechazo de los adultos hacia sus productos. La ‘kinderculture’ se convierte entonces en la principal proveedora de esos espacios de diferencia y de contestación al mundo adulto, una cultura subversiva que aparece como la única que comprende a la nueva infancia.

 La cultura subversiva: Deseo, consumo y diferencia.

El atractivo que esta cultura subversiva creada por las corporaciones tiene para lxs niñxs y jóvenes convierte a las multinacionales en las principales productoras de cultura infantil, en las principales fuerzas culturales y educativas porque influyen en la conciencia, la identidad y los deseos de los chicos y chicas del siglo XXI.

Ante esta situación los retos para niñxs, jóvenes, educadorxs y progenitores son, entre otros, comprender las características de la kinderculture para poder ofrecer resistencia crítica a la pedagogía cultural de las grandes corporaciones.

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